¿Es mala de por sí la ansiedad?
Muchas personas consideran que la ansiedad es una respuesta dañina de nuestro organismo. Pero debemos saber que, en realidad, la ansiedad es el mayor mecanismo de defensa que tenemos.
Cuando percibimos un peligro, nuestro cuerpo se prepara para dos tipos de conducta: luchar o huir. Sin la ansiedad, nuestras probabilidades de supervivencia descenderían drásticamente.
Aquellos antepasados que, ante el peligro de un depredador, no sentían la respuesta de ansiedad, no sobrevivían. Por tanto, la ansiedad es una respuesta adaptativa que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de los años.
Los peligros a los que nos enfrentamos hoy en día han cambiado, pero esa respuesta de lucha o huida se ha mantenido a lo largo de los años para nuestra supervivencia.
¿Cuáles son los síntomas de la ansiedad?
Cuando nuestro cerebro percibe un peligro, manda la señal de alarma y, todo nuestro sistema nervioso, se pone manos a la obra para afrontar la amenaza. Esto se traduce en distintas sensaciones físicas según cada persona, quizás te veas reflejada en algunas:
- Taquicardia, palpitaciones, opresión en el pecho: nuestro corazón empieza a bombear más sangre, para repartir más azúcar y oxígeno, preparando al cuerpo para la actividad física. Ya sea la respuesta luchar o huir.
- Ahogo, mareo, dificultad para respirar, sensación de irrealidad, opresión en las sienes, cambios de calor a frío: al necesitar más oxígeno involuntariamente respiramos más fuerte, pero si no gastamos este oxígeno extra realizando la actividad física, o la respiración es superficial, el resultado es una hiperventilación que lleva a estas sensaciones tan molestas.
- Tensión muscular, dolor en la cabeza y espalda, contracturas, calambres, temblores y sensación de piernas débiles: en respuesta a la huida o la lucha, nuestros músculos se tensan involuntariamente, y si no se lleva a cabo la actividad física la tensión puede mantenerse un largo rato, lo que lleva a este tipo de malestares.
- Sensación de irrealidad, percepciones extrañas, descontrol en los pensamientos: nuestro cerebro empieza a ser controlado por lo que los neurólogos denominan “cerebro reptiliano”, que es una zona más antigua de nuestra estructura cerebral. Empezamos a ser menos racionales y empiezan a aflorar las emociones más primarias.
- Boca, seca, sensaciones en el estómago, náuseas, estreñimiento, diarrea: el sistema digestivo se paraliza, porque la prioridad ahora no es alimentarnos, sino sobrevivir a la amenaza.
- Cambios en la temperatura: la sangre se acumula en las vísceras y los músculos, nuestra temperatura interna comienza a ascender pero nuestras extremidades, al recibir menos sangre, se notan frías. Empezamos a sudar para refrigerar el sistema.
- Cambios en la visión, sensación de que la luz molesta, manchas en la visión: para que el enemigo no nos sorprenda, las pupilas se dilatan. Esto puede entrar en conflicto con el entorno en el que nos encontramos. Tener las pupilas dilatadas en condiciones de luz elevadas puede llevar a estos cambios en la visión.
¿Cuánto tarda en desaparecer la ansiedad?
Hay que afrontar la amenaza lo más rápido posible, de ahí la alta intensidad y la corta durabilidad. Pero lo que debemos saber es, que la ansiedad es inocua, por intensa que la sintamos, no nos puede hacer daño, ya se encarga nuestro sistema parasimpático de controlar eso. Está ahí precisamente para protegernos de las amenazas, no para dañarnos a nosotros mismos.
Entonces… ¿estoy exagerando con mi ansiedad?
Así que, volvemos a la pregunta del inicio ¿es mala la ansiedad de por sí? Ahora ya estamos preparados para responder que no. El problema viene cuando se activa ante situaciones que realmente no suponen un peligro para nosotros, entonces podemos empezar a hablar de un problema de ansiedad o «trastorno de ansiedad» . Esto ocurre cuando asociamos una experiencia como peligrosa, pero realmente no lo es. Por ejemplo, la fobia a volar.
Lo que debemos hacer no es tratar la ansiedad, sino la valoración que la persona realiza de la situación. La situación no es peligrosa en sí misma, digamos que es un estímulo neutro al que nuestro pensamiento le pone una carga positiva o negativa.
En el ejemplo del miedo a volar, sabemos que los aviones son el medio de transporte más seguro, pero ahí sigue el temor. Es nuestra asociación, nuestro pensamiento generando la idea de peligro, el que desata los síntomas de la ansiedad, preparando de este modo a nuestro cuerpo, con todas las sensaciones descritas anteriormente, para huir o luchar sin una amenaza realmente existente a la que poder hacer frente.
Otra cosa buena que tiene la ansiedad, es que si consideras que puedes padecer un problema de ansiedad, con la ayuda de un profesional puedes aprender a gestionarla correctamente e identificar cuando se trata de una amenaza real, donde la ansiedad está justificada y es una respuesta plenamente funcional, y cuando se trata de una amenaza generada por nuestro propio pensamiento, aunque la sintamos igual de real.
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Inspirado en:
Pastor, C. y Sevillá, J. (2014). Tratamiento psicológico de la hipocondría y la ansiedad generalizada.
Aquí tienes las claves para salir del bloqueo.
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